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Queridas Miembras

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Siempre he afirmado el despropósito que supone forzar el lenguaje desde instituciones como la RAE, imponiendo palabras y normas que el común de los mortales no sólo no utiliza, sino que además desconoce. Siguiendo este método hemos llegado a absurdos tales como tener en nuestro diccionario oficial la palabra bluyín, que, para todo aquel que no lo sepa, significa pantalón vaquero, y que, por cierto, aún no he visto utilizar nunca a nadie.

Sin embargo, estas (y otras) tonterías no son nada comparadas con las que se cometen en aras de la erradicación del lenguaje supuestamente sexista, como la última ocurrencia de la Ministra de Igualdad de incluir la palabra miembra como femenino de miembro.

Todos estos fanáticos (y fanáticas, no nos olvidemos de ser correctos y correctas) de la prosa neutra cojean del mismo pie: todavía no he visto a ninguno o ninguna llevar hasta las últimas consecuencias sus consejos sin descojonarse de la risa. No ser sexista, para ellos y ellas, implica empezar todas las frases mencionando ambos géneros, pero a partir de ahí se olvidan y generalizan todos los adjetivos como se ha hecho siempre. Supongo que a partir de las tres primeras palabras el lenguaje ya no es sexista, utilices las formas que utilices, pero eso no deja de ser chocante.

Por otra parte, parece que el sexismo en los vocablos sólo existe cuando conviene, porque aún no he visto a nadie hablar de los taxistos, de las altas cargas de un gran empreso, o de los personos que pululan por esta munda. Y mucho menos a alguien pedir un gallino en el súper. O aún peor, una polla, un filete de vaco o un barro de pan. Tampoco me han acusado todavía de ser sexisto, que, aunque no salga en la diccionaria, es una hecha incuestionable.

Eso sí, desde hoy en la Congresa hay miembras, que no se os olvide. Lo dice la señorita Aída.

Un Año

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Hoy hace exactamente un año, mientras veía un anuncio de Coca-Cola, la inspiración me asaltó y me llevó a darme cuenta de que la red es el mejor sitio para contar aquellas cosas que se nos ocurren cuando nadie más nos puede escuchar. Fue ese motivo y no otro el que me llevó a crear este blog después de repetir infinidad de veces que nunca lo haría.

Recuerdo aquellos primeros momentos en los que la falta de temas y una plantilla que me veía incapaz de mejorar me hicieron rendirme durante muchos meses. Tuvo que ser otro anuncio, en este caso de Repsol, el que me impulsara a retomar el hilo allí donde lo había dejado. A partir de ahí el ritmo de actualización ha sido bastante bueno, con algún período más fecundo y algún otro menos prolífico, pero relativamente regular.

Y sin embargo la mayor parte del mérito de este blog no es mío. Nunca habría encontrado motivación para continuar escribiendo sin mis lectores habituales. Vosotros me habéis hecho comentarios de todo tipo y color que me han ayudado a mejorar, a pulir ciertos detalles en cuanto a temas y estilo que solo nunca podría haber arreglado. También estabais ahí para aconsejarme cómo tratar los desencuentros con Ono o para seguir con increíble interés mis desventuras con los autobuses Vivas. Incluso cuando las musas me abandonaban y publicaba artículos menos interesantes, siempre encontrabais un momento para entrar aquí y leerme.

Por eso el triunfo que supone haber llegado hasta aquí es más vuestro que mío. No puedo sino daros las gracias y desear de todo corazón que todo esto dure muchos años más.