Nunca he sido un tío con suerte. Por más que he participado en varios sorteos y loterías en mi vida, nunca he conseguido ganar apenas nada. Esa es, seguramente, la razón por la que la diosa Fortuna quiso compensarme en su día convocándome a participar en este nuestro hermoso sistema democrático español. Lástima que yo no deseara tamaño favor.
Así, esta misma mañana tuve que presentarme en mi colegio electoral a las ocho, deseando de todo corazón que el buen hombre al que le tocaba ocupar mi puesto de forma titular pudiera hacerlo en plenas facultades. Pero el tiempo pasaba sin que el vocal llegara, y en mi inquietud soñolienta empezaba a temerme lo peor: después de las cervezas de anoche no tenía el cuerpo como para pasarme todo el día anotando nombres de esforzados ciudadanos.
Finalmente el vocal apareció y se me comunicó que quedaba relevado de mi servicio, al menos siempre y cuando la salud del paisano se mantuviera estable todo el día. Por esa razón debería mantenerme localizable mientras durara la jornada electoral, esperando la visita de un policía que requiriera de mi presencia en la mesa.
Lo más curioso de todo ocurrió poco antes de marcharme, cuando se presentó una chica acompañada de su madre. La primera era la otra vocal titular, y la segunda su suplente. Eso más que mala suerte es mala leche, lo que demuestra que los dioses conspiran contra nosotros.
Y sí, aquí sigo esperando, pero al menos ya he depositado mi voto y he sido encuestado a pie de urna. Si vosotros aún no lo habéis hecho, deberíais hacerlo cuanto antes. Vuestro país os necesita.
La Espera de un Vocal Suplente
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