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ONO y las Cosas Buenas (I)

Sería aproximadamente el año 2000 cuando mi madre tomó la decisión de cambiar la vieja conexión a internet de Telefónica (para la que teníamos una línea adicional en casa, un módem cutroso y una bonita receta por consumo a final de mes) por la novedosa oferta de Retecal. Durante seis años, a lo largo de los cuales la empresa experimentó varias evoluciones, aquel sistema funcionó estupendamente. Tanto que cuando llegó el momento de elegir una compañía para mi piso de estudiantes en Salamanca no tuve ninguna duda y me entregué al cable.

Las cosas empezaron a torcerse ya desde aquel mismo año. Prácticamente nada más firmar el contrato, Retecal desapareció engullida por la ínclita ONO, y los problemas comenzaron. Mi compañero de piso era poseedor de un maravilloso router wifi que había estado funcionando perfectamente en su casa de León hasta que decidió compartirlo conmigo. En aquel momento, justo después de que yo me hubiera gastado los cuartos para dotar a mi equipo de sobremesa con una tarjeta de red inalámbrica, tuvimos que enfrentarnos al primer obstáculo. La wifi dejó de funcionar como debía, pues pese a que la cobertura era excelente la mayoría de los paquetes de datos se perdían y no había forma de cargar una mísera página, pues el tiempo que tardaba siempre excedía el permitido.


Después de emplear bastante dinero con el móvil en el horroroso servicio de atención al cliente de ONO, concluímos como buenos consumidores que el problema debía ser nuestro (aunque el router funcionaba perfectamente en otras conexiones de la misma compañía sin variar siquiera la configuración), así que abandonamos la tecnología vanguardista y tendimos un cable (partiendo del mismo aparato que la wifi, por supuesto) por toda la casa para poder conectarnos. Con este sistema todo volvió a funcionar perfectamente, lo que debió constituír la principal razón por la que al año siguiente, cuando cambié de compañeros y de piso, volví a cometer el error de confiar en la misma compañía, sólo que esta vez también contraté un teléfono fijo.

Este segundo año ninguno de nosotros tenía un router wifi, y como en esta ocasión la opción de tender un cable era impracticable (yo sí que poseía uno normal de los de toda la vida), compramos entre los tres uno exáctamente igual que el del año anterior (sólo yo podía configurarlo, y por aquel entonces no estaba demasiado seguro de poder aventurarme en otro modelo de otra marca). Al principio funcionó bastante bien, pero a partir de las Navidades comenzaron los problemas. La velocidad era exasperantemente lenta en todo momento, salvo cuando conectábamos directamente un ordenador al cable-módem de ONO, motivo por el cual todas nuestras llamadas al servicio de atención al cliente eran desechadas instantáneamente. De nuevo, nuestro aparato funcionaba perfectamente con otras conexiones de la propia compañía sin necesidad siquiera de modificar la configuración, pero eso a nadie le importaba.

Al final, terminamos autoconvenciéndonos de que la culpa de todo el problema la tenía una de mis compañeras, con la que la relación era espantosa, que siempre tenía el ordenador descargándose un montón de cosas mediante el Ares. Y quizá fue eso por el que cometí el enorme fallo de no dar de baja la conexión cuando transcurrió el año de rigor. Al fin y al cabo soy humano, y tropiezo varias veces con la misma piedra.


4 comentarios:

Yago Galleta dijo...

Pues yo ahora también tengo la duda existencial de si dejar ONO (menudos apagones da aquí en Valencia... aunque hace tiempo que va aceptable (mentira, el jueves pasado crée un servidor WEB en mi PC y misteriosamente se me cambió la IP tras desconectárseme durante un rato o_O)).
Pero resulta que si las ofertas de Timofónica durante 12 meses nos hacen ahorrar dinero y luego volvemos Ono y luego a los 12 meses otra vez a Timofónica... ._.
El problema del resto de compañías (creo), es que como necesitan de Telefónica para vivir, no salen rentables...
¿Algún consejo?
¡Oh NO!

Nacho Amigo dijo...

Seguramente sepas tú más que yo de estas cosas, al menos si eres quien yo creo. De todas formas, lo de la IP que comentas seguramente haya sido porque ONO las da dinámicas, y cuando reinicias el cable-módem o pierdes la conexión siempre recibes una diferente.
Y sí, el resto de compañías dependen de Telefónica porque usan sus líneas, pero muchas son más baratas. El problema es que son todas la misma mierda en cuanto a la atención al cliente porque ninguna contrata ni forma a sus técnicos directamente.
De todas formas, espera a leer la segunda parte (que creo que publicaré mañana) y verás hasta que punto llega la ineptitud de esta gente.

Anónimo dijo...

La verdad es que llevo muchisimos años con ONO y no he tenido más problemas que un par de fallos que considero normales.
En general estoy bastante satisfechas con el servicio, aunque no con la atención al cliente.

Para ahorraros dinero llamad desde los telefonos que tienen en las tiendas, es lo que hice yo esas dos veces y las que he tenido que dar de baja la linea por vacaciones y de alta a la vuelta

Nacho Amigo dijo...

En mi casa en León tampoco ha dado nunca ningún problema, sólo ha sido con las conexiones que he tenido en Salamanca. Debo estar gafado o algo.
Lo que dices para ahorrarnos las llamadas está bien si es para lo de las bajas o para obtener cierta información, pero para solucionar problemas tienes que llamar desde algún sitio en el que puedas manipular la conexión según te digan.