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Subida Aprobada

Tenía pensado publicar este post el día 28, pero al final no me decidí a hacerlo por miedo a que alguien pudiera considerar que se trataba de una inocentada, máxime cuando es la segunda vez que os hablo del mismo tema, y luego han ido surgiendo temas más urgentes, así que ha tenido que esperar casi una semana. Si quereis consultar el principio de todo esto, no teneis más que seguir este link.

Vuelvo sobre el tema porque el pasado jueves estaba fijado el Pleno del Ayuntamiento salmantino donde se iban a votar las ya famosas subidas de impuestos del alcalde Lanzarote. Antes de eso, como el pueblo de Salamanca no podía quedarse callado esperando a que le engañaran miserablemente, decidió convocar una nueva manifestación en la Plaza Mayor. Pese a que ya era la tercera concentración de este estilo, convocó a tantas personas como la primera, y fue tan desoída como todas las anteriores, porque al final las subidas se aprobaron.

Pero esto por sí mismo no es noticia, ya que todo el mundo conocía de antemano el resultado de la votación, al tener el PP mayoría absoluta. Lo verdaderamente sorprendente son los hechos que ocurrieron durante el Pleno, algunos de ellos auténticamente deleznables.

En primer lugar, el alcalde decidió restringir la entrada de los ciudadanos por temor a que le increparan como llevan haciendo desde que anunció sus intenciones. Para ello, llegó a vallar la zona de la Plaza Mayor por la que se entra a la sala de Plenos, pese a lo cual no consiguió evitar que ocurrieran incidentes entre los pocos ciudadanos que consiguieron acceder al recinto. Finalmente, Lanzarote ordenó desalojar la zona de visitantes valiéndose de la fuerza de la policía, como podemos leer en esta noticia. Ante esta medida, el resto de concejales de la oposición, a excepción del coordinador del PSOE, Fernando de Pablos, abandonaron el Pleno.

Pero eso no es todo, sino que también, ante el requerimiento del propio de Pablos para que Lanzarote dimitiera debido a todo este tema, el alcalde hizo un ejercicio de demagogia y desfachatez al responder, textualmente, que él abandonaría su cargo "una millonésima de segundo después de que lo hiciera el presidente Zapatero".

Precisamente, si yo fuera él, Zapatero, dimitiría el día antes de la disolución del Parlamento, y le exigiría a Lanzarote que cumpliera con su promesa. Le estaría bien empleado, por listo.

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