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El Sermón de la Sagrada Familia

Lo reconozco: ayer, por motivos que se escapan a mi voluntad y además no vienen a cuento, estuve en la Iglesia. Como supondréis, no suelo acudir a este tipo de actos, ya que, aunque respeto todas las religiones, no practico ninguna, y, en general, me parecen todas absurdas y aburridas. Sin embargo, esta vez no pude librarme.

Llegué al templo a tiempo para oir a un montón de señoras mayores que estaban mascullando algo ininteligible, y tomé asiento en uno de esos bancos incomodísimos que nunca te dejan espacio para colocar los pies en ningún sitio. Cuando el cura comenzó a hablar, como es habitual en esos casos, desconecté mi yo consciente y me decidí a pensar en mis cosas, dejando la atención justa para saber cuando levantarme y cuando sentarme sin desentonar demasiado. Sin embargo, un grito extraño que sonó parecido a "Mmmmmaleluya" me sacó de mi aislamiento mental.

Aquello fue el comienzo de una homilía que podemos clasificar de polémica sin exagerar nada. Lo primero que nos contó el cura fue que hoy, domingo, es el día de la Sagrada Familia, y que precisamente por ello había una manifestación de apoyo a la familia "como Dios manda" en Madrid. Después de algo así, no cabía esperar menos que una enumeración de las calamidades que asaltan hoy en día a ese concepto de "célula básica de la sociedad y del cristianismo", que fue precisamente el siguiente tema que tocó el hombre. Según él, estamos en peligro porque la homosexualidad campa a sus anchas con uniones no matrimoniales, porque las mujeres cometen el pecado enorme de trabajar fuera de casa, porque los hijos buscan divertirse y porque los divorcios y las separaciones están a la orden del día. Además, para terminar, no se le olvidó mencionar el aborto, que poco tiene que ver con la familia, pero que también debía comentarlo si quería dar la imagen del perfecto paleto retrógrado y homófobo. Eso sí, sus últimas palabras estuvieron dedicadas a decir que teníamos que querernos unos a otros, al menos dentro de lo que la Iglesia considera decente.

No os miento cuando os digo que estuve a punto de levantarme en la mitad del sermón e increparle antes de marcharme a mi casa tranquilamente, pero las circunstancias no eran las más apropiadas y podía herir los sentimientos de las personas por las cuales acudí a la Iglesia. Fue por ello por lo que tuve que aguantar allí sentado preguntándome cómo había gente que podía estar escuchando aquello sin que le hirviera la sangre. Además, para culminar todo este espectáculo dantesco, la señora mayor que tenía delante se volvió y dijo darme la paz, con una sonrisa en la cara que parecía estar diciendo que se alegraba de que aún hubiera jovencitos fascistas que continuaran la labor de segregación cuando ella ya se hubiera ido.

Afortunadamente, mi hermana y yo éramos las únicas personas de nuestra generación presentes, y ambos estábamos allí por obligación. Eso quiere decir que esas ideas no tienen mucho calado entre la juventud y que están abocadas la extinción. Al menos, eso es a lo único a lo que puedo agarrarme ante lo que escuché ayer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero, si te parecen absurdas y aburridas, no las respetas...
Segundo, deberías tener un cierto respeto por la ceremonia dado el dia que era...
Tercero, no todas las personas que van a la iglesia son fascistas; ni esa señora que se giró a darte la paz tenía por qué serlo, ni estar pensando que aún quedan jovencitos fascistas... Eso me parece una exageración descomunal y puede herir a mucha gente. Deberías medir tus palabras cuando tratas estos temas.

Por último diré en tu favor que el sermón fue humillante y retrógrado y que es una falta de respeto que alguien hable así en público. La iglesia debe renovarse.

Nacho Amigo dijo...

Las respeto, pero mi opinión es que son absurdas y aburridas. Puedo expresarla igual que ellos tienen derecho a celebrar ese tipo de ceremonias. En cuanto al día que era, para mí, nada tiene que ver con la Iglesia. Y sobre las apreciaciones de la señora, es, sinceramente, lo que me pareció que estaba pensando por la forma en que me miró.

Lo único en lo que tienes razón es en lo de que no todo el mundo que va a la Iglesia es fascista, pero tampoco era mi intención dar a entender algo así.