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¿El Fin del Dakar?

Desde muy pequeño he sentido auténtica fascinación por el mundo de los coches. Apenas hablaba y ya conocía todos los modelos de todas las marcas, diferenciaba cada unidad concreta y tenía una gran colección de miniaturas con las que jugaba a todas horas.

Como aficionado, no podía dejar de sentir una emoción especial cuando oía hablar del rally Dakar. Por aquél tiempo, la carrera iniciaba prácticamente todas sus ediciones desde París, y con ese nombre se quedó para mí: París Dakar. Cuando llegaban las Navidades, esperaba ansioso los resúmenes deportivos de los telediarios para ver saltar esos extraños y desconocidos coches de duna en duna. Durante unos días, soñaba despierto con conducir uno de esos todo-terreno a través de kilómetros y kilómetros de arena, sólos yo, el sol y la aventura.

Todo esto viene a cuento para explicar la enorma decepción que suponen en una persona como yo los acontecimientos que estos últimos años han venido salpicando la competición. Por una razón o por otra, se había convertido en una tradición que la dirección del rally tuviera que variar recorridos sobre la marcha, cuando no suspender directamente ciertas etapas. Pero, la verdad, nunca imaginé que llegaríamos al punto actual.

Porque sí, después de 30 años disputando la competición, por primera vez en su historia, el Lisboa-Dakar (este año partía de la ciudad lusa) ha sido cancelado en su totalidad. Esto me llena de confusión, porque el problema principal por el que se ha suspendido el rally es el terrorismo, que, se supone, aboga por el bien de los países que cruzan los todo-terrenos. Sin embargo, el Dakar era una inyección económica allá por donde pasaba, dejando unos ingresos económicos muy jugosos para las gentes que sobreviven casi en la miseria el resto del año. Lo que para los participantes en la prueba era calderilla, para los habitantes de los países del África Subsahariana era una fortuna que los salvaba del hambre en muchas ocasiones.

Pero, a parte de la incomprensión, también me embarga una tristeza dificil de explicar, como una pérdida más de la inocencia de la infancia, un cambio más en el mundo que a veces parece empeñarse en volverse más inhóspito. Nunca comprenderé por qué la gente se empeña en destruír las pocas cosas que merecen la pena. Sólo espero que éste no sea el fin definitivo del mítico París-Dakar. Por si acaso, os dejo un video de la última edición.



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