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El K.O. de Gallardón

Después de un largo tira y afloja entre Alberto Ruíz Gallardón y Esperanza Aguirre, el candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, decidió antes de ayer a última hora de la noche no incluír al alcalde madrileño en las listas electorales para las elecciones del próximo 9 de Marzo.

Gallardón llevaba muchos meses planteando la posibilidad de acudir de número dos por Madrid como apoyo a Rajoy, con la (acertada) creencia de que su presencia en las listas atraería más votantes de ese sector centrista que es el que realmente decide siempre las elecciones. Sin embargo, su arraigada enemistad con Esperanza Aguirre, fundamentada en la posibilidad de que hubiera una derrota y el alcalde se encontrara como diputado en posición para suceder a Rajoy al frente del partido, han conseguido que la presidenta de la comunidad amenazara con dimitir de su cargo para ir en las listas en el caso de que Gallardón también fuera. Es necesario recordar que la ley electoral permite, si bien no recomienda, que un alcalde se presente al Congreso, pero prohíbe que un Presidente de Comunidad lo haga.

Llegados a este punto, a Rajoy no le quedó más remedio que claudicar ante las presiones, por lo que el día 15 de enero, sólo dos antes de que se acabara el plazo para presentar las listas definitivas, y a última hora de la noche, convocó una reunión en la que estaban presentes los implicados más Ángel Acebes. En ella les comunicó a ambos que Gallardón no iría en las listas, y, por ende, que Esperanza Aguirre había ganado la batalla mediante sus amenazas.

Desde mi punto de vista, Rajoy se está equivocando de estrategia, aunque para algunos medios de comunicación afines al ala más dura del Partido Popular sea una gran noticia. Está claro que mi opinión seguramente tenga menos peso que la de esta gente, pues tengo muy definido que jamás consideraré siquiera votar al PP mientras siga liderado por su actual directiva, pero incluso desde la perspectiva contraria se ve claramente que el peligro de que los populares ganen las elecciones es menor cuanto mayor sea su radicalización. La figura de Gallardón habría sido un buen parapeto tras el que escudarse para negar esto, y, por tanto, habría asegurado buena parte de los votos de centro, que, como ya dije antes, es el sector entre el que más indecisos hay.

Pero esto no es todo, porque ayer mismo Gallardón dio una rueda de prensa, en la que afirmó sentirse derrotado y sugirió la posibilidad de abandonar su cargo y la política después de las elecciones generales. Supongo que esperará hasta esa fecha para comprobar si aún tiene posibilidades de ponerse al frente del Partido Popular, su verdadera ambición desde hace bastante tiempo. En el caso de que no sea así, seguramente perdamos al que es, según todas las encuestas, el político español más valorado por la gente. Irónico, cuanto menos.

Y lo peor de todo es que si Gallardón dimite, la alcaldía de nuestra capital sería ocupada, con toda probabilidad, por una impresentable frutera como Ana Botella.

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