Después de muchos meses intentando suavizar la posición derechista de su partido con declaraciones mesuradas, parece que desde que repudiaron a Gallardón los pesos pesados del PP han decidido dar por finalizado su Carnaval particular. La imagen que tantos puntos les había hecho remontar, evitando la crispación, proponiendo medidas sociales, huyendo de tantos clichés de la derecha más rancia y aznarista, ha caído como una careta en Miércoles de Ceniza.
En primer lugar, los pesos pesados del partido han empezado a hablar de inmigración, y, como es habitual en su caso, lo han hecho rozando la xenofobia, aunque a priori no lo parezca. Su propuesta para mejorar el problema de los ilegales es novedosa a rabiar: legalizar a aquellos que sean necesarios. Hasta aquí, la idea choca sobre todo por las críticas que hicieron en su momento cuando el PSOE inició trámites para dar permisos de residencia a quienes pudieran demostrar que tenían un contrato de trabajo, pero no suena mal del todo. Sin embargo, no van a seguir el mismo criterio que los socialistas (al fin y al cabo, que un político admita que su rival lo ha hecho bien es más complicado que ver a una vaca volar), sino que van a instaurar un sistema de puntos que se conseguirán por cosas como la cualificación, el país de origen, y las posibilidades de integración. No sé qué pensaréis vosotros, pero yo no veo diferencia alguna entre rechazar a alguien por su lugar de procedencia, su cultura, o sus estudios y lo que proponen partidos como Democracia Nacional.
Por si no fuera poco el tema de la inmigración, Rajoy ha vuelto a meterse en el jardín del matrimonio homosexual. De nuevo ha repetido su tan manido tópico de que no está en contra de que los gays puedan formar una familia, pero que su unión no debe llamarse matrimonio. Personalmente, nunca entendí esa fijación con el nombre que tienen los derechistas, como si creyeran que mancilla los contratos que se establecen entre heterosexuales y tuvieran la necesidad de segregar en la denominación ya que no pueden en derechos. Además, me gustaría saber si realmente había necesidad de recurrir al Tribunal Constitucional para modificar un dichoso nombre, y cómo proponen que debe llamarse. ¿Quizá "unión de degenerados"? ¿"monogamia de depravados"? ¿O algo más ridículo todavía?
Además, en la entrevista concedida a 20minutos repite que no piensa derogar la ley (cosa que hace incomprensible el ya mencionado recurso al TC), pero que está en contra de que los homosexuales puedan adoptar porque considera que una familia debe tener un padre y una madre. ¿Qué problema tiene el señor Rajoy? ¿Acaso no se da cuenta de la multitud de familias monoparentales que existen actualmente? ¿Y de que sí que se ha permitido desde siempre a un homosexual adoptar siempre y cuando no comparta la patria potestad con su pareja?
En fin, parece que después de Carnaval, los disfraces se acaban y, como dice un refrán, la cabra acaba tirando al monte. Es curioso, pero esperanzador, que todo lo que habían remontado bajo la careta lo empiecen a perder ahora.
PD.- En vista de la escasa acogida que tuvo el cambio de estilo, vuelvo por mis fueros y os planto un tochopost político que, como nadie leerá, seguro que no me lo criticaréis :)
Quitarse la Careta
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2 comentarios:
yo si que lo he leido... entero!! pero no pienso criticarlo, ale :p
Preferia lo otro
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